Todos tenemos un nuestro refugio predilecto para el tiempo de vacaciones. Ese lugar donde volvemos a revivir los veranos de nuestra infancia y que saca lo más auténtico de nosotros mismos. Para Di y para mí, ese sitio es la casa de campo familiar. Desde peques, hemos pasado todos y cada uno de los veranos de nuestra vida allí. A veces más largos, a veces menos, pero siempre disfrutando de la familia, los naranjos, el aire limpio del campo y, muy especialmente, del agua fría de la antigua balsa de riego, tan común en las casas de campo de Valencia. Esta maravillosa, pero muy rústica, balsa ha sido nuestra gran aliada contra el calor toda la vida. Y quizá nos gusta más aun precisamente por esa esencia tan de campo que tiene. Pero dentro de mantener su esencia, con el paso de los años desde que nuestro abuelo la hizo, ha sufrido múltiples transformaciones. Y este año, al fin, creo que hemos dado con el color que más le favorece y que convierte aun más nuestro pequeño refugio campestre en un paraíso estival. Y es que ese color del agua limpia turquesa es inigualable. No hay nada como tener el azul del cielo reflejado en la superficie y mezclado con los tonos verdes de los árboles que la rodean. Para eso el fondo blanco es la opción perfecta, ya que se limita a reflejar el azul del cielo. Por eso nos decidimos por la pintura blanca al clorocaucho especial para piscinas de Pyma y estamos felices con el resultado de este antes y después tan nuestro....